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Las colonias catalanas: industrialización y bienestar

  • Atlantikka Observer
  • 29 abr 2021
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 1 may 2021

Hace unos años, durante un viaje de negocios, un buen compañero mío, Enric, me mostró su pueblo de la infancia, L'Amettla de Merola, y sus padres me invitaron a su casa.


Este lugar es, de hecho, un símbolo vivo y un buen ejemplo de un envidiable fenómeno social, cultural e industrial no tan conocido fuera de la comarca de Catalunya, y una de las 18 colonias que se extienden a lo largo de unos 25 km a lo largo del río Llobregat, y no tan lejos del centro de Manresa.


¿Una colonia? Sí, así se llamaban estos asentamientos construidos alrededor de las distintas fábricas textiles que aprovechaban la energía hidráulica del río. En el caso de Ametlla de Merola, su historia comienza con su fundación en 1874 y termina a fines de la década de 1990, cuando la competencia de China y los fabricantes chinos de ropa se volvió demasiado fuerte para luchar.


La fábrica de esta colonia en particular proporcionó trabajo a más de 800 personas. Y mucho más que eso, el dueño de la fábrica tomó el control de la vida de estas personas y sus familias, aunque en un sentido muy positivo. Él proporcionó vivienda. Proporcionó educación básica para los niños, atención médica y, si era necesario, incluso transporte gratuito al hospital en la lejana Barcelona, ​​un asunto muy difícil y costoso en aquellos tiempos. La vida cultural dentro de los muros circundantes de la colonia era muy rica y floreciente en todo momento, con obras tradicionales ('Pastorets'), teatro y coros, una iglesia para cuidar el lado espiritual de la vida, desde la cuna hasta la tumba, y los habitantes de las colonias tenían incluso su propia pequeña parcela de tierra para cultivar hortalizas, etc. También se practicaban deportes, no solo fútbol, ​​sino que el relativamente nuevo deporte del baloncesto se estableció en la colonia de L'Ametlla ya en la década de 1960, bastante temprano para un pueblo europeo, diría yo.


Antes de la República Española de la década de 1930, los habitantes de la Colonia tenían un enorme portón que se cerraba por la noche, lo que les impedía salir después de una hora determinada, y les obligaba a permanecer dentro de las murallas del pueblo por la noche. De acuerdo, eso era en cierto sentido también un símbolo de las condiciones feudales de sus vidas, pero para las personas que vivían y crecían allí, donde los niños comenzaron a trabajar cuando tenían 14 años, en realidad estaban satisfechos con esto, dándose cuenta de que disfrutaban de mejores condiciones de vida que muchos en las áreas circundantes. De hecho, los comercios, comercios y hosterías de la zona esperaban con ilusión los fines de semana, porque entonces estaría de visita la gente de la colonia, y como buenos clientes siempre estaban bienvenidos.


Te recomendaría echar un vistazo a Colonias textiles de la mística a la lucha contra la crisis o La veu de les colònies industrials para comprender aún mejor estos ejemplos de la industrialización española, así como la sólida y fuerte vida cultural dentro de las colonias, y los comienzos en sistemas de bienestar y apoyo social de que disfrutaba su gente.

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